jueves, 27 de diciembre de 2012

El discípulo amado de Laffón

el mundo es ancho y difuso, la vida es una semana

      Hace tiempo que le leí al periodista Ignacio Camacho que la Semana Santa estaba muy verbalizada, muy idealizada y que se alejaba considerablemente de una realidad que no resultaba ser la que cuentan libros, boletines, exaltaciones o pregones. La cotidianiedad de este tipo de actos ha desvirtuado en cierto modo la calidad de los trabajos y ha ensombrecido de igual manera la obra cofrade de poetas y autores incomensurables.

      Cuando Antonio Burgos se enteró del anuncio de Joaquín Caro Romero como pregonero de la Semana Santa de Sevilla del año 2000 su sorpresa fue mayúscula. Y se alegraba del nombramiento en uno de sus Redcuadros:

      El pregón de Sevilla es como una condecoración. Un honor cívico-religioso. (…) Me he alegrado del nombramiento de Joaquín Caro Romero porque dice mucho de las hermandades. Hace veinte años, hubiera sido poco menos que imposible que le encargaran el pregón a un premio Adonais. Y me sigue sorprendiendo que lo hayan nombrado (…) porque es hombre de mitologías clásicas, de poemas eróticos, de desesperanzas. De la verdad de la literatura, que suele ser una cosa muy distinta, si no opuesta, a las habituales falsías de las cofradías.

      Así que calculo que está aproximadamente a siete mil años (años luz, naturalmente) de las versificaciones al uso de los boletines de las hermandades, donde todo ripio tiene su asiento y donde todo abogado o médico se atreve con un soneto, que es como si pusiéramos a los poetas a operar apendicitis o a escriturar la compraventa de tres aranzadas de regadío en la Vega.

      Esa edición de 2000 asistió al prodigioso pregón de Caro Romero, una pieza extraordinaria, que considero no superada aún, y que, junto al pregón del mismo A.Burgos, representan la última sombra de la poesía cofrade de Rafael Laffón. Padrino y mecenas en su poesía primera, el magisterio del “Góngora sevillano” se hace patente en buena parte de su obra. Joaquín es el poeta de la promoción de los 50 y principios de los 60 que mayor grado de intimidad y espiritualidad ha tenido con el genial poeta, llegando a ocupar, incluso, su plaza de académico en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.

      En ambas obras se descubre cómo la realidad de la calle se mezcla con la voz interior del poeta, un voz que traspasa el tiempo y que idealiza a la ciudad y a la fiesta en su memoria. Una saeta de luz fría que llega a los mismos posos del alma del niño que fuimos y que recorre una obra y un pregón que mezcla al más puro estilo barman lo culto y lo popular, que no lo populachero.

Igual que ayer permacece.
Sale poco de su casa.
Mas cuando sale traspasa
la muralla y la florece.
Tan adornada, parece
una novia en el balcón.
Su cara y sus manos son
del pueblo los aledaños.
Siempre alivia desengaños
esta moza de San Gil,
que dicen que por abril
cumple diecinueve años.



He dicho asombro donde otros dicen costumbre (Borges)  
Foto: Leopoldo Almisas

      Definitivamente creo que el último gran pregón de la Semana Santa fue el de Caro Romero aunque sus mejores textos no están contenidos en él. Suele ocurrir. Lo que sí es cierto es que esa mañana no sólo subió al atril Joaquín, también lo hizo su maestro. Nuestro admirado Laffón pudo decirle al discípulo amado con el descanso que otorga sentirse en lo cierto: “Sevilla, ahí tienes un poeta. Poeta, ahí tienes a Sevilla”

      El siguiente texto pertenece al poema “Niñez de túnica blanca” y alguna de sus estrofas las utilizó el autor en su pregón. Una voz interior y mística que espera el encuentro con el Santísimo Cristo del Amor al que le pregunta directamente si es el mismo que horas antes montaba sobre un pollino. Un Domingo de Ramos que se espera con ansia durante todo un año y que no quiere que llegue porque supone el inicio del fin, el de la Semana Santa y el de su propia vida. La altura lírica de este autor en algunos de sus textos sólo es comparable a esa prole creadora de la década de los 20, la edad de oro de la literatura cofrade.

I

Entre olivos y trompetas
fui enterrando la memoria
de los Ramos de una historia
de Domingos con saetas.
Los años son…papeletas
de sitio, perdido bien…
Una voz me dice: “Ven
que ha vuelto la Primavera”.
Y yo sé lo que me espera
si llego a Jerusalén.
(…)

II

Amor, ¿eres o no eres
el que he visto por la tarde,
cuando la cera no arde
y el Sol va donde Tú quieres?
Amor que en el tiempo hieres
el corazón con que amamos.
Son tantos, tantos los tramos
del hombre al niño que fui,
que estoy más cerca de Ti
cada Domingo de Ramos.

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